Page 83 - Остров свободы в моём сердце
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una compañía de servicios materiales, un pelotón de
protección química, un pelotón de comando, etc. En total,
éramos alrededor de dos mil quinientos militares.
Teniamos ejercicios nocturnos. Nos levantaban con señal
de alerta. Conducíamos vehículos militares, yo conducía un
vehículo blindado de transporte de personal 60 PB “Chaika”,
conmigo un comandante de pelotón, un jefe de estado
mayor y dos radistas. La tarea era llegar primero y establecer
conexión. Raúl Castro visitó nuestra unidad dos veces y
estrechó la mano de los soldados. Recuerdo su apretón de
manos. Teníamos buena provisión. A los del interior nos
sorprendía la variedad de frutas: mangos enormes, cocos,
piñas y naranjas...
La moneda principal era el peso cubano. Si no me
equivoco, entonces se entregaban unos 20 pesos mensuales
a cada soldado. Al tipo de cambio oficial, 1 peso equivalía a
90 kopeks. En la tienda de la brigada, se llevaba una tarjeta
para cada soldado, en la que se registraban todos sus
ingresos monetarios laborales. Los precios en la tienda eran
2 o 3 veces más bajos que los precios de la URSS: los jeans
costaban 30 pesos, las zapatillas 9 o 10.
Todos los combatientes recibían asignaciones de
tabaco: 18 paquetes de cigarrillos Populares por mes. Los
18 paquetes instantáneamente “pasaban por encima de la
cerca” a un precio fijo de pesos por paquete. El no fumador
estaba en una posición ventajosa. Los pesos que recibíamos
los utilizábamos para pagar compras y servicios producidos
dentro de la brigada. Entonces la brigada de reparación
se puso a hacer souvenires, los sastres personalizaron el
uniforme, la imprenta hizo “álbumes de los sodados”.
A veces íbamos a La Habana en los vehículos ZIL para
comprar comestibles. Mientras cargamos provisiones,
caminamos a lo largo del malecón. En 1985 visitamos el
carnaval. Quedaron en mi memoria dos enormes tinas llenas
de hielo. Había botellas de cerveza en ellas.
El 20 de abril de 1986 nos embarcaron en el Baltika
y terminó nuestra estancia en Cuba. Traje a casa algunos
recuerdos: una concha de bagre y una figura de un mono
tallada en un coco. Y también logré traer una videograbadora,
que en ese momento era casi imposible de encontrar.
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